Por: C. A. Eduardo Farfán Vargas
El cambio climático representa uno de los desafíos más apremiantes a nivel mundial, y Colombia se encuentra en una posición crítica debido a su geografía y diversidad ecológica. Este fenómeno no solo afecta los ecosistemas naturales, sino que también pone en jaque la infraestructura, la economía y la vida de millones de colombianos. En este contexto, la gestión integral del riesgo cobra especial relevancia, ya que no se trata únicamente de enfrentar las consecuencias de los desastres naturales, sino de anticipar, mitigar y adaptarse a los efectos del cambio climático. En esta columna, argumentaré la urgente necesidad de adoptar un enfoque reflexivo y normativo en las políticas públicas, con el fin de abordar los nuevos retos que plantea este fenómeno en nuestro país.
Colombia es uno de los países más vulnerables al cambio climático, con un amplio espectro de riesgos naturales como inundaciones, deslizamientos de tierra, sequías, entre otros. Según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), se espera que la variabilidad climática aumente, intensificando estos fenómenos y generando pérdidas significativas en el sector agrario, la infraestructura hídrica y la salud pública. En este sentido, es fundamental entender el cambio climático no solo como un problema ambiental unidireccional, sino como un asunto social y político que afecta múltiples dimensiones del desarrollo sostenible.
La gestión integral del riesgo implica un enfoque holístico que considera tanto la prevención como la respuesta ante los desastres. En Colombia, esta gestión ha estado tradicionalmente enfocada en la reacción frente a eventos adversos; sin embargo, el cambio climático exige una transición hacia modelos proactivos. Es crucial implementar medidas que no solo reduzcan la vulnerabilidad de las comunidades, sino que también fomenten su resiliencia ante situaciones adversas.
Aunque existen múltiples políticas públicas en Colombia orientadas a la gestión del riesgo, muchas de ellas carecen de cohesión y visión para enfrentar los retos del cambio climático. Es imprescindible que dichas políticas sean revisadas y actualizadas, incorporando un enfoque intersectorial que contemple aspectos como la salud, la educación, la infraestructura y la economía. Además, debe garantizarse la participación ciudadana en la formulación y ejecución de estas políticas, fortaleciendo así la gobernanza local y regional.
La adaptación al cambio climático presenta tanto retos como oportunidades. Por un lado, las comunidades afectadas necesitan capacitación y recursos para implementar prácticas sostenibles en sus territorios. Por otro, este proceso puede ser una oportunidad para promover modelos de desarrollo inclusivos y sostenibles que reduzcan la pobreza y mejoren la calidad de vida. La inversión en tecnologías limpias y la promoción de la agroecología son ejemplos de cómo transformar la crisis en un motor de cambio.
La visión a futuro debe centrarse en un desarrollo sostenible que priorice la adaptación y la mitigación del cambio climático. Esto implica no solo implementar iniciativas ambientales, sino también fomentar una cultura de resiliencia entre la población. La educación ambiental y la sensibilización comunitaria son herramientas clave para empoderar a los ciudadanos y fomentar su participación activa en la gestión del riesgo. Asimismo, se requiere un compromiso firme por parte de los gobiernos y del sector privado para invertir en infraestructura verde y en investigación sobre nuevas tecnologías que contribuyan a combatir el cambio climático.
El cambio climático presenta retos sin precedentes para Colombia, y su gestión integral del riesgo debe adaptarse a esta nueva realidad. A través de un enfoque reflexivo y normativo en las políticas públicas, es posible construir un país más resiliente, capaz de enfrentar los desafíos que se avecinan. La transformación de los sistemas de gestión del riesgo no solo es necesaria para mitigar las consecuencias del cambio climático, sino también para garantizar un futuro sostenible y próspero para las generaciones venideras. Solo con un esfuerzo conjunto, que incluya la colaboración de todos los sectores de la sociedad, se podrá afrontar con éxito este complejo panorama, consolidando un camino hacia el desarrollo sostenible en Colombia.
Con esta columna, he tratado de explorar las interrelaciones entre el cambio climático y la gestión integral del riesgo, proponiendo un camino claro hacia la acción que permita a Colombia enfrentar los retos del futuro con mayor eficiencia y asertividad.
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