Hace unos nueve meses, durante una investigación, me encontré sumergido en un oscuro submundo digital al ser añadido a un canal de Telegram dedicado a la venta de drogas. No pasó mucho tiempo antes de que también fuera agregado a otros grupos que promovían actividades ilegales como el hackeo de computadoras y el comercio de tarjetas de crédito robadas.
Este inquietante descubrimiento me llevó a investigar más a fondo, manteniendo los ajustes de mi cuenta abiertos para permitir que otros me añadieran a sus canales. En solo unos meses, había sido añadido a 82 grupos distintos, todos involucrados en actividades ilícitas. La situación llegó a tal punto que tuve que ajustar la configuración para evitar ser añadido a más grupos, pero los mensajes no deseados continuaban llegando.
El reciente arresto de Pavel Durov, fundador y CEO de Telegram, en Francia ha encendido un debate global sobre la moderación y el control de contenido en la plataforma. Durov ha sido acusado de complicidad en actividades ilícitas, incluyendo tráfico de drogas, fraude y la difusión de imágenes de abuso sexual infantil. Estas acusaciones ponen de relieve un problema que preocupa a las autoridades desde hace años: la incapacidad o falta de voluntad de Telegram para frenar el uso de su plataforma con fines criminales.
Una vidriera para el crimen
Telegram se ha convertido en una especie de escaparate para productos ilegales, donde los vendedores pueden ofrecer sus mercancías sin necesidad de buscar activamente a los compradores. Desde drogas hasta herramientas de hackeo, la oferta es variada y accesible. Patrick Gray, un experto en ciberseguridad, compara a Telegram con “tener la internet oscura en tu bolsillo”, una descripción que refleja la facilidad con la que se puede acceder a contenido ilegal en la plataforma.
La aparición de Telegram ha democratizado el acceso a actividades criminales, permitiendo que incluso aquellos con menos habilidades técnicas puedan participar. Por ejemplo, el grupo de hackers Qilin decidió publicar datos robados del Servicio Nacional de Salud del Reino Unido en Telegram en lugar de hacerlo en la red oscura, lo que muestra la preferencia de los delincuentes por esta plataforma.
Material de abuso sexual: el mayor reto de moderación
Uno de los aspectos más preocupantes de Telegram es la proliferación de material de abuso sexual infantil. Aunque la empresa afirma que su moderación está “dentro de los estándares de la industria”, la realidad parece ser otra. Según un informe de la BBC, aunque Telegram responde a algunas solicitudes de eliminación de contenido por parte de autoridades y ONG, no participa en programas que prevengan activamente el uso de imágenes y videos de abuso infantil.
La falta de cooperación de Telegram con las autoridades ha sido un tema recurrente en las acusaciones en su contra. La policía en varios países ha expresado su frustración ante la “falta casi total de respuesta” de Telegram a las solicitudes legales, lo que ha dificultado la lucha contra el crimen en la plataforma.
La libertad de expresión en la balanza
A pesar de las críticas, hay quienes ven en la detención de Durov un ataque a la libertad de expresión. Organizaciones como Access Now advierten que, aunque Telegram tiene fallos en cuanto a responsabilidad corporativa, detener a su personal podría resultar en una censura excesiva y reducir los espacios de expresión cívica.
Telegram, por su parte, ha defendido su postura, afirmando que es “absurdo” responsabilizar a la plataforma o a su propietario por lo que ocurre en ella. Sin embargo, el debate continúa, y con él, la preocupación sobre el futuro de una aplicación que, aunque diseñada para proteger la privacidad, se ha convertido en un refugio para actividades criminales.
La controversia sobre Telegram plantea preguntas difíciles sobre la línea entre la libertad de expresión y la responsabilidad en la era digital. Mientras tanto, las autoridades siguen luchando por encontrar un equilibrio que proteja tanto la seguridad pública como los derechos individuales.– BBC NEWS MUNDO–
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