Un paso de concreto hacia la dignidad: La lección de Turbaco

En el barrio La Conquista de Turbaco, Bolívar, el pavimento no es solo una capa de concreto; es un símbolo de esperanza, un testimonio de resistencia y, sobre todo, una conquista colectiva. Durante más de 40 años, los vecinos de este sector caminaron sobre polvo y barro, enfrentando charcos, resbalones y la frustración de ser olvidados por el Estado. Hoy, gracias al programa COMPI de la Gobernación de Bolívar, liderado por Yamil Arana, 160 metros de calle pavimentada y 320 metros de andenes han cambiado la vida de 900 personas. No es solo una obra; es un acto de justicia social que merece ser reflexionado.

Lo que hace especial a esta historia no es solo el pavimento, sino cómo se logró. La Gobernación invirtió 176 millones de pesos, pero la comunidad aportó 18 millones más y, lo más valioso, su trabajo voluntario. En un país donde las obras públicas suelen ser sinónimo de burocracia y sobrecostos, el modelo COMPI demuestra que la colaboración entre el Estado y los ciudadanos puede ser una fórmula poderosa. Los vecinos de La Conquista no solo recibieron una calle; fueron protagonistas de su transformación, levantando con sus manos lo que hoy llaman “bulevares barriales”. Este enfoque, que combina inversión pública con compromiso comunitario, no solo reduce costos y acelera procesos, sino que devuelve a las comunidades algo más profundo: la dignidad.

El impacto de esta obra trasciende lo material. Como dijo el gobernador Arana, “cuando el pavimento llega, también llega la salud, la movilidad, el orgullo”. En La Conquista, los niños ahora usan la calle como pista de patinaje y cancha de fútbol, las mujeres sacan sillas para disfrutar del sol, y salir a la tienda ya no implica embarrarse los zapatos. Es un cambio que parece pequeño, pero que para quienes lo viven marca un antes y un después. En un país donde la desigualdad y el abandono han sido la norma en muchos territorios, estas acciones recuerdan que el progreso no siempre se mide en grandes autopistas o megaproyectos, sino en transformaciones que tocan la vida cotidiana.

Sin embargo, esta historia también invita a la reflexión crítica. Que un barrio haya esperado 40 años para una calle pavimentada es un recordatorio del abandono histórico que sufren muchas comunidades en Colombia. ¿Cuántos otros “La Conquista” hay en el país, esperando no solo pavimento, sino agua potable, escuelas, hospitales? El éxito de Turbaco no debe ser una excepción, sino el inicio de un cambio estructural. Programas como COMPI, que empoderan a las comunidades y las hacen parte de la solución, deberían replicarse en cada rincón donde el Estado ha estado ausente. Pero para ello se necesita voluntad política, transparencia y, sobre todo, un compromiso genuino con las necesidades de la gente.

Turbaco nos enseña que el cambio es posible cuando se escucha a las comunidades y se las incluye en el proceso. La fiesta con champeta, comida y baile que celebró esta obra no fue solo una inauguración; fue la expresión de una comunidad que, por primera vez en décadas, sintió que su voz importaba. Ojalá este sea, como dijo Arana, “solo el comienzo”. Que las calles pavimentadas de La Conquista inspiren a otros municipios a caminar juntos hacia un futuro donde nadie tenga que esperar 40 años para vivir con dignidad. —con información de Las2 orillas—

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