La administración de Donald Trump ha escalado su lucha contra los cárteles mexicanos de la droga, pero esta vez el blanco no son solo los narcotraficantes, sino los músicos que cantan sobre ellos. Los narcocorridos, baladas que narran las hazañas del submundo del narcotráfico, están en el centro de una controversia que ha generado tensiones entre México y Estados Unidos, así como debates sobre la libertad de expresión.
El caso más reciente involucra a la banda mexicana Los Alegres del Barranco, cuya actuación en Zapopan, Jalisco, desató una tormenta. El grupo interpretó un narcocorrido dedicado a Nemesio Oseguera Cervantes, alias “El Mencho”, líder del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), frente a un retrato caricaturizado del capo. El video del concierto se viralizó, provocando la ira de autoridades de ambos países. Como consecuencia, el Departamento de Estado de EE.UU. canceló las visas de trabajo y turismo de la banda, frustrando sus planes de una gira por territorio estadounidense. Además, en México, Los Alegres del Barranco enfrentan una investigación penal, ya que el CJNG es uno de los seis cárteles clasificados como Organizaciones Terroristas Extranjeras por la administración Trump.
Según Elijah Wald, autor de una guía sobre el género, esta es la primera vez que el gobierno estadounidense sanciona directamente a un grupo musical mexicano de esta manera. “Es una medida sin precedentes que plantea serias preguntas sobre la libertad de expresión”, afirmó Wald. Críticos consideran esta acción como un nuevo capítulo en las políticas anti-México de Trump, quien ya ha tensado las relaciones bilaterales con medidas migratorias estrictas y aranceles comerciales.
El género de los narcocorridos, que surgió durante la Ley Seca en la década de 1920 para contar historias de contrabandistas, ha evolucionado significativamente. En los años 80, con figuras como Chalino Sánchez, los narcotraficantes comenzaron a financiar canciones que glorificaban sus vidas, transformando la economía del género. Hoy, artistas como Peso Pluma, el músico más popular en YouTube en EE.UU. en 2023, han llevado los narcocorridos a una audiencia global.
Sin embargo, la presión de Washington ha generado una ola de censura en México. Varios estados, como Michoacán, Jalisco y Nayarit, han implementado prohibiciones a la interpretación pública de narcocorridos, mientras que artistas como Luis R. Conriquez han optado por autocensurarse, eliminando estas canciones de sus repertorios para evitar problemas legales o restricciones de viaje. Esta autocensura preocupa a expertos, quienes ven un impacto en la libertad artística y cultural.
No todos están de acuerdo con la censura. Ray Mancias, un joven guitarrista que actuó en un concierto en Atlanta, comparó los narcocorridos con el rap de gánsteres o videojuegos como Call of Duty. “Dicen que estas canciones incitan a la violencia, pero al final, la educación de una persona depende de sus padres, no de la música”, afirmó. Por su parte, Noel Flores, cantante de la banda Orden Activa, advirtió que prohibir los narcocorridos podría tener un efecto contraproducente: “Eso solo hará que la gente los quiera más”.
La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, ha adoptado una postura mesurada. Aunque rechazó la idea de prohibir el género musical, insistió en promover letras que no glorifiquen la violencia ni el narcotráfico. “Queremos construir una conciencia social que rechace estos contenidos”, declaró, al tiempo que descartó cualquier intervención militar estadounidense en México para combatir a los cárteles.
Mientras las tensiones bilaterales crecen, el futuro de los narcocorridos sigue siendo incierto. Para muchos, este género no solo refleja una realidad social, sino que también es una forma de expresión cultural arraigada. Sin embargo, con la creciente presión de ambos gobiernos, los músicos mexicanos enfrentan un dilema: seguir cantando sobre el narco o arriesgarse a perder su libertad, su carrera y su acceso al mercado internacional.— CNÑ—
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