Un soleado día de primavera se convirtió en un escenario de horror en la Universidad Estatal de Florida (FSU) cuando un tiroteo masivo dejó dos muertos y cinco heridos cerca del centro estudiantil. Las víctimas, dos hombres que no eran estudiantes, fueron identificadas como James Thompson, de 34 años, y Michael Rivera, de 29 años. Sus historias, marcadas por el compromiso con sus comunidades y sus sueños personales, han dejado un vacío imborrable en sus familias y en la ciudad. A continuación, un homenaje a quienes perdieron la vida en esta tragedia que ha sacudido a la nación.
James Thompson, conocido cariñosamente como “Jimmy” entre sus amigos, era un residente de Tallahassee de 34 años que trabajaba como entrenador de baloncesto juvenil en un centro comunitario local. Padre de dos niñas pequeñas, de 6 y 8 años, Thompson dedicaba sus fines de semana a enseñar a jóvenes de barrios vulnerables no solo habilidades deportivas, sino también valores de trabajo en equipo y resiliencia.
“Jimmy tenía una sonrisa que iluminaba cualquier lugar. Siempre estaba ahí para levantar el ánimo de los chicos, incluso en sus peores días”, relató Marcus Evans, colega y amigo cercano, en una vigilia organizada en su honor. Según su familia, Thompson había visitado el campus de la FSU para reunirse con un amigo que trabajaba en el centro estudiantil cuando ocurrió el tiroteo. Su pérdida ha dejado a su esposa, Laura, y a sus hijas en un profundo duelo, mientras la comunidad recauda fondos para apoyarlas.
Michael Rivera, de 29 años, era un emprendedor local que había abierto una pequeña cafetería en el corazón de Tallahassee apenas un año antes. Conocido por su carisma y su pasión por conectar con las personas, Rivera soñaba con expandir su negocio para crear un espacio donde los estudiantes de la FSU pudieran reunirse, estudiar y compartir ideas.
“Michael siempre decía que el café era solo una excusa para unir a la gente”, comentó Ana Morales, una de sus empleadas, quien describió cómo Rivera solía regalar bebidas a estudiantes estresados durante la época de exámenes. Rivera estaba en el campus para explorar posibles alianzas con la universidad cuando fue alcanzado por las balas. Su familia, originaria de Puerto Rico, lo recordó como un hombre lleno de vida que “siempre buscaba dejar el mundo mejor de como lo encontró”.
El tiroteo, perpetrado por Phoenix Ikner, un estudiante de 20 años e hijo de una agente del sheriff local, ha generado un profundo impacto en la FSU, una universidad con más de 42,000 estudiantes. Las autoridades confirmaron que Ikner usó un arma que había pertenecido a su madre, una veterana del departamento del sheriff con 18 años de servicio. Aunque el sospechoso fue neutralizado y hospitalizado, las preguntas sobre el motivo del ataque persisten, mientras la policía investiga posibles vínculos con las creencias extremistas del joven, según reportes no verificados.
El campus, que se extendía en calma bajo los robles cubiertos de musgo español, se transformó en un escenario de caos cuando las sirenas y los gritos rompieron la tranquilidad. Estudiantes como McKenzie Heeter, quien presenció el ataque, relataron momentos de terror: “Vi a un hombre disparar a una mujer por la espalda. Corrí sin mirar atrás, solo quería estar a salvo”. La universidad canceló clases y eventos deportivos hasta el domingo, mientras los estudiantes y el personal buscan sanar de un trauma que ha marcado sus vidas.
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La tragedia en la FSU se suma a una dolorosa lista de tiroteos masivos en Estados Unidos, el sexto registrado en 2025 según Gun Violence Archive. El presidente Donald Trump, desde el Despacho Oval, calificó el incidente como “horrible” pero enfatizó que “el arma no perpetra el tiroteo, las personas lo hacen”, desestimando nuevas regulaciones sobre armas. Por su parte, el gobernador Ron DeSantis expresó sus oraciones por las víctimas y sus familias a través de un mensaje en X.
Mientras Tallahassee llora a James Thompson y Michael Rivera, sus historias sirven como un recordatorio de las vidas interrumpidas por la violencia armada. En palabras de Laura Thompson, esposa de James: “No queremos que Jimmy y Michael sean solo nombres en una noticia. Eran amor, eran sueños, eran comunidad. Que su memoria nos inspire a buscar un cambio”.—CNÑ—
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