Riesgos y estrategias para el afrontamiento de la temporada de lluvias en Colombia


Por: C. Álvaro Eduardo Farfán Vargas

La temporada de lluvias en Colombia, fenómeno natural de carácter cíclico acentuado por la diversidad geográfica del país, plantea numerosos desafíos. Esta situación no solo afecta la vida cotidiana de millones de colombianos, sino que también tiene profundas implicaciones sociales, económicas y ambientales. A medida que los efectos del cambio climático se hacen más evidentes, resulta fundamental analizar los riesgos asociados con esta temporada y proponer estrategias efectivas para su manejo.

Uno de los principales riesgos son los deslizamientos de tierra. Las precipitaciones intensas, que pueden superar los promedios históricos, saturan el suelo y aumentan la probabilidad de movimientos en masa, especialmente en zonas montañosas y de ladera. Según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), las áreas más vulnerables son aquellas con alta actividad agrícola y asentamientos humanos en zonas de riesgo. Esto evidencia la urgencia de una gestión territorial adecuada que contemple estos factores.

Las inundaciones son otro problema recurrente. Las lluvias torrenciales pueden provocar el desbordamiento de ríos y quebradas, así como el colapso de los sistemas de alcantarillado, afectando comunidades enteras. En 2020, por ejemplo, se reportaron inundaciones en varias regiones del país, dejando a miles de familias desplazadas y con pérdidas significativas en viviendas y cultivos. Este tipo de eventos no solo representa un riesgo inmediato para la vida y la propiedad, sino que también afecta la infraestructura pública, dificultando la recuperación económica.

Otro riesgo importante es la propagación de enfermedades. Las lluvias crean condiciones ideales para la proliferación de vectores como el mosquito Aedes aegypti, transmisor del dengue y el chikungunya. La acumulación de aguas estancadas y la deficiencia en los sistemas de drenaje agravan esta situación, por lo que se requiere una respuesta articulada entre el sector salud y los organismos de gestión del riesgo.

Para mitigar estos riesgos, se debe adoptar un enfoque integral que abarque desde la planificación urbana hasta la educación comunitaria. Una de las estrategias más efectivas es el fortalecimiento de la infraestructura de drenaje urbano, mejorando la capacidad de los sistemas de alcantarillado y promoviendo la creación de espacios verdes que absorban el agua. Ciudades como Bogotá han implementado proyectos de infraestructura verde, con resultados positivos en la reducción de inundaciones.

Igualmente, es esencial fomentar la reforestación y el manejo sostenible de las cuencas hidrográficas. La cobertura vegetal actúa como regulador natural del ciclo hídrico y previene los deslizamientos. En este sentido, los programas de educación ambiental y participación comunitaria son fundamentales para incentivar la conservación de los ecosistemas y proteger las zonas de recarga hídrica.

La planificación del uso del suelo también es clave. Se debe restringir la construcción en áreas de alto riesgo y promover políticas de desarrollo urbano que prioricen la seguridad. Esta planificación debe complementarse con sistemas de alerta temprana que permitan a las comunidades prepararse y responder ante emergencias.

La promoción de prácticas agrícolas sostenibles es otro elemento esencial. Los agricultores deben ser capacitados en técnicas que les ayuden a reducir el impacto de las lluvias, como sistemas de drenaje adecuados en sus fincas y cultivos más resistentes al clima. La diversificación productiva también puede ser una estrategia eficaz para disminuir las pérdidas económicas.

La educación y la concientización juegan un rol determinante en la preparación y respuesta ante la temporada de lluvias. Las comunidades deben conocer los riesgos específicos de sus territorios y contar con planes de evacuación y contingencia. Campañas de sensibilización pueden implementarse a través de instituciones educativas y organizaciones sociales, garantizando que la información llegue a toda la población.

Finalmente, es crucial fortalecer la gobernanza y la cooperación interinstitucional. Esto implica la articulación entre gobiernos locales, regionales y nacionales, así como la participación activa de la sociedad civil y el sector privado en la formulación y ejecución de políticas de gestión del riesgo. Un enfoque colaborativo facilita la movilización de recursos y la implementación de medidas preventivas.

La temporada de lluvias en Colombia, aunque natural, conlleva riesgos que afectan a millones de personas. En un contexto de cambio climático, es imperativo que el gobierno y la ciudadanía adopten acciones conjuntas y proactivas. A través de infraestructura resiliente, educación y conciencia social, es posible mitigar sus impactos y garantizar un futuro más seguro.

Cada temporada de lluvias debe entenderse no solo como un desafío, sino como una oportunidad para fortalecer la resiliencia comunitaria. La capacidad de adaptación y la implementación efectiva de estrategias pueden marcar la diferencia entre la tragedia y la continuidad de la vida cotidiana. Por eso, se deben invertir esfuerzos en investigación, planificación y educación para que Colombia pueda enfrentar esta realidad con mayor seguridad y eficacia.

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