Por: C.T. Álvaro Eduardo Farfán Vargas
En los últimos meses, diversos medios y redes sociales han difundido de manera constante noticias y publicaciones sobre el aumento de contagios por fiebre amarilla. Sin embargo, desde mi perspectiva, aún persisten muchas dudas conceptuales y de análisis sobre el verdadero impacto de esta enfermedad.
Con esta columna, pretendo abordar el tema desde un enfoque más descriptivo y reflexivo, que permita a las comunidades adoptar medidas preventivas más efectivas.
La fiebre amarilla es una enfermedad viral transmitida por mosquitos, presente principalmente en zonas tropicales y subtropicales de África y América Latina. El virus pertenece a la familia de los flavivirus y se propaga mediante la picadura de mosquitos infectados, principalmente Aedes aegypti en áreas urbanas, y del género Haemagogus y Sabethes en zonas selváticas.
Esta enfermedad viral aguda puede presentarse desde formas asintomáticas o leves, hasta casos graves con complicaciones hemorrágicas, insuficiencia hepática, falla orgánica múltiple y muerte. El término “amarilla” se debe a la ictericia que desarrollan algunos pacientes, caracterizada por el tono amarillento en la piel y los ojos.

Como mencioné al inicio, algunas personas pueden no presentar síntomas. Sin embargo, en la mayoría de los casos —especialmente los más complejos— aparecen signos como:
Fiebre alta, dolor de cabeza intenso, dolores musculares y articulares, escalofríos
Náuseas y vómitos, en ocasiones con presencia de sangre
Ictericia (coloración amarilla en piel y ojos)
Sangrado en encías o al orinar
Fatiga extrema, confusión, delirio, convulsiones y, en casos severos, coma
Disminución de la micción y arritmias cardíacas en etapas avanzadas
Los síntomas suelen aparecer entre 3 y 6 días después de la picadura del mosquito infectado.
La fiebre amarilla se transmite a través de tres ciclos principales:
Selvático: Mosquitos silvestres infectan a monos, quienes actúan como reservorio del virus. Las personas que ingresan a estas áreas pueden contagiarse.
Intermedio: Mosquitos semi-domésticos infectan tanto a monos como a humanos en zonas rurales o de transición. Este ciclo es común en África, pero no en América.
Urbano: El mosquito Aedes aegypti transmite el virus de persona a persona en zonas urbanas densamente pobladas y con baja cobertura de vacunación. Este ciclo no ha sido reportado recientemente en América.
Alerta por aumento de contagios en Colombia
Desde finales de 2024 y lo corrido de 2025, se ha registrado un incremento en los casos confirmados de fiebre amarilla en Colombia y otros países de la región. Aunque históricamente se concentraba en la región amazónica, la enfermedad ha comenzado a expandirse a nuevas zonas, lo que ha generado preocupación y una alerta epidemiológica por parte de las autoridades sanitarias.
Entre las principales causas del aumento están:
Cambios en los patrones de comportamiento de los mosquitos, derivados de factores climáticos y ambientales
Movilidad de personas y animales que pueden introducir el virus en nuevas regiones
Cobertura insuficiente de vacunación en poblaciones vulnerables
Colombia, como país con presencia endémica de fiebre amarilla, mantiene una vigilancia estricta para evitar brotes urbanos, mediante campañas de vacunación, control vectorial y educación pública.
Vacunación: Es la medida más eficaz. La vacuna otorga inmunidad permanente aproximadamente 10 días después de su aplicación. Se recomienda a quienes residen o viajan a zonas de riesgo.
Control de mosquitos: Incluye el uso de repelentes, ropa que cubra la piel, mosquiteros, eliminación de criaderos y acciones de saneamiento ambiental. Es importante solicitar orientación profesional para implementar medidas más efectivas.
Tratamiento: No existe un tratamiento específico. El manejo es sintomático y de soporte, con atención médica para complicaciones como hemorragias, insuficiencia renal o hepáticos
La fiebre amarilla es una enfermedad viral grave transmitida por mosquitos y prevalente en regiones tropicales. En Colombia, el reciente aumento de casos y su expansión geográfica ha generado una alerta debido al riesgo de brotes más amplios, especialmente en zonas con baja vacunación y alta presencia de mosquitos. La mejor estrategia para contener su impacto sigue siendo la prevención, a través de la vacunación y el control vectorial.
Referencias bibliográficas:
Health NY
Medline Plus
Merck Manual
OPS
Emisora Fusaonline