Protestas en Brasil generó intento de golpe de Estado

El autoritarismo derrotado es incapaz de la reflexión y mucho menos de las transiciones pacíficas de poder.

Después de años en los que Jair Bolsonaro, el ultraderechista expresidente de Brasil, estuvo cuestionando la legitimidad de las elecciones y de las autoridades que las protegen, pasó lo que todos, tristemente, esperábamos que pasara: miles de sus seguidores se tomaron con violencia las oficinas del Congreso, de la Corte Suprema de Justicia y del nuevo presidente, Lula da Silva.

No es coincidencia que esto haya pasado exactamente dos años y dos días después del intento de golpe de Estado ocurrido en Estados Unidos, cuando Donald Trump también habló de fraude. Los fascismos se copian y sus formas son brutales, torpes y dolorosas. La democracia global está en riesgo.

No podía terminar de otra manera. Desde la primera vuelta, en la que Lula da Silva le ganó a Bolsonaro, abundaron los mensajes en los grupos bolsonaristas, especialmente en Telegram, donde decían que la única forma en que Bolsonaro podía perder era con fraude.

Dos semanas antes de la segunda vuelta, el entonces presidente reiteró su desconfianza en el sistema electoral, repitiendo, sin pruebas, sus denuncias de que le iban a robar las elecciones. Luego, cuando fue derrotado, su equipo de gobierno apoyó la transición, pero Bolsonaro se mantuvo en silencio. Hace apenas unos días, en un discurso de despedida al pueblo brasileño antes de irse para Estados Unidos, dijo que no contaba con el apoyo para “hacer algo”, es decir, para revertir el resultado.

Todas esas mentiras tuvieron efectos. Primero, los bolsonaristas bloquearon durante semanas las autopistas principales del país. Después, cometieron vandalismo el día de la certificación de Lula como presidente. En Navidad, se encontró una bomba en el aeropuerto de Brasilia. Y ayer, más de 100 buses llegaron con la excusa de una protesta pacífica, que pronto se convirtió en violencia. Vimos videos de personas destrozando las instalaciones de los poderes públicos brasileños, atacando a los pocos policías que había, enarbolando mensajes que exigían “intervención militar ya” e incluso izaron la bandera del Imperio de Brasil.

Lo dijo con claridad Erick Bang, periodista de GloboNews: “Lo que estamos viendo es un ataque terrorista. Los tres edificios han sido invadidos por terroristas buscando un golpe de Estado”. También fue contundente Valdemar Costa Neto, líder del bolsonarista Partido Liberal: “Hoy es un día triste para la nación brasileña. No estamos de acuerdo con la destrucción del Congreso. El desorden nunca ha hecho parte de los principios de la nación. Rechazamos con vehemencia este tipo de actitud y queremos que la ley sea aplicada, para fortalecer nuestra democracia”. Bolsonaro mismo, por supuesto, se refirió con evasivas y eufemismos a lo sucedido.

Estamos viendo, una vez más, lo que ocurre cuando los líderes políticos destruyen los acuerdos básicos de la democracia con fines egoístas. El problema es que la violencia seguirá en un Brasil en crisis. Todo porque Bolsonaro hizo de la violencia retórica su estrategia de campaña. —– El Espectador

Foto: Latinus

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