¿Hijo o inquilino? Reflexiones sobre la nueva ley que permite a los padres desalojar a sus hijos en Colombia

La reciente aprobación de una ley en Colombia que permite a los padres exigir el desalojo de sus hijos mayores de edad de la vivienda familiar bajo ciertas condiciones ha desatado un debate profundo sobre los límites de la responsabilidad filial, la autonomía individual y el rol del Estado en las dinámicas familiares. Si bien esta legislación busca establecer un equilibrio entre los derechos de los padres y los hijos, plantea preguntas complejas sobre las relaciones familiares en un contexto social y económico desafiante.

Por un lado, la ley reconoce una realidad innegable: muchos padres, especialmente aquellos en situación de vulnerabilidad económica o de edad avanzada, enfrentan dificultades para mantener a hijos adultos que no contribuyen al hogar o que, en algunos casos, generan conflictos. La norma establece que, para proceder con el desalojo, los padres deben demostrar que el hijo no depende económicamente de ellos, que no está en situación de discapacidad y que su presencia afecta el bienestar del hogar. Este enfoque protege a los padres de posibles abusos, dándoles una herramienta legal para recuperar su espacio y tranquilidad, especialmente en casos donde los hijos no asumen responsabilidades.

Sin embargo, esta legislación también despierta preocupaciones. En un país con altos índices de desempleo, informalidad laboral y dificultades de acceso a la vivienda, ¿es realista esperar que todos los jóvenes adultos puedan independizarse fácilmente? Muchos hijos permanecen en el hogar familiar no por falta de voluntad, sino por las duras condiciones económicas que enfrentan. Obligarlos a abandonar la casa podría agravar su vulnerabilidad, llevándolos a situaciones de precariedad o incluso de calle. Además, el proceso judicial para el desalojo puede generar tensiones familiares irreparables, convirtiendo conflictos domésticos en disputas legales.

Otro aspecto crítico es el impacto cultural de esta ley. En Colombia, la familia es un pilar fundamental, y las dinámicas intergeneracionales suelen basarse en la solidaridad mutua. ¿No podría esta norma debilitar esos lazos, promoviendo una visión más individualista de las relaciones familiares? La idea de que un padre deba recurrir a un juez para resolver un conflicto con su hijo resulta, para muchos, fría y deshumanizante.

En conclusión, la ley refleja una necesidad de proteger a los padres, pero también expone las carencias de un sistema que no ofrece suficientes oportunidades para que los jóvenes alcancen la independencia. Más que una solución definitiva, esta norma debería ir acompañada de políticas públicas que faciliten el acceso a empleo, educación y vivienda para los jóvenes. Solo así se evitará que esta legislación, pensada para resolver conflictos, termine generando nuevas formas de exclusión. La pregunta sigue abierta: ¿es justo pedirle a un hijo que se vaya, cuando la sociedad no le ha dado las herramientas para volar?

—Con información de Red + Noticias—

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