Las tensiones entre India y Pakistán han alcanzado un nuevo punto crítico tras una serie de enfrentamientos armados a lo largo de la Línea de Control (LoC), la frontera de facto que divide la disputada región de Cachemira. Ambos países, potencias nucleares con una rivalidad histórica, han intensificado sus críticas al trazado fronterizo, calificándolo de “obsoleto” y responsabilizándose mutuamente por la reciente violencia.
El conflicto se recrudeció tras un ataque el pasado 22 de abril en Pahalgam, en la Cachemira administrada por India, que dejó 26 turistas muertos. India acusó a Pakistán de respaldar al grupo armado Frente de Resistencia (TRF), responsable del atentado, mientras que Islamabad negó cualquier implicación y exigió una investigación neutral. Desde entonces, los intercambios de disparos en la LoC se han vuelto casi diarios, con un saldo de al menos 71 presuntos insurgentes abatidos por fuerzas pakistaníes y reportes de bajas militares en ambos lados.
El ministro de Defensa de Pakistán, Khawaja Muhammad Asif, advirtió que las fuerzas indias están planeando una “incursión inminente”, mientras que el primer ministro indio, Narendra Modi, autorizó una respuesta militar. Esta escalada ha llevado a medidas diplomáticas drásticas: India cerró el principal paso fronterizo terrestre, suspendió visados para ciudadanos pakistaníes y bloqueó el acceso de aviones pakistaníes a su espacio aéreo. Pakistán respondió con medidas similares, expulsando diplomáticos indios y reforzando su presencia militar en la frontera.
Ambas naciones han expresado su descontento con la LoC, establecida tras la guerra indo-pakistaní de 1947 y materializada por barreras y terrenos minados. India reclama la soberanía sobre Azad Cachemira y los Territorios del Norte, controlados por Pakistán, mientras que Islamabad considera que Jammu, Cachemira y el glaciar de Siachen, bajo control indio, le pertenecen. Expertos señalan que la falta de un acuerdo sobre el trazado fronterizo, combinada con la militarización de la zona, perpetúa las hostilidades.
La comunidad internacional, incluyendo al secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, y al secretario general de la ONU, António Guterres, ha instado a la desescalada para evitar “consecuencias trágicas”. Sin embargo, las recientes movilizaciones de artillería y tropas en la región, reportadas por fuentes locales, sugieren que la situación sigue al borde de un conflicto mayor.
Mientras los cachemires, atrapados en el fuego cruzado, se preparan para lo peor, la suspensión del Tratado de Aguas del Indo por parte de India añade un nuevo elemento de tensión. Este acuerdo, vital para la agricultura y la energía de Pakistán, había resistido décadas de conflictos, pero su ruptura podría agravar la crisis humanitaria en la región.
La pregunta ahora es si la diplomacia podrá prevalecer en una región donde la historia, la geopolítica y el poder nuclear mantienen a dos naciones en un delicado equilibrio al borde del abismo. —Rfi—
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