El reciente informe de la Andi y Fenalco sobre el crecimiento del 27% en el sector automotor colombiano es, sin duda, una noticia alentadora. Este aumento, impulsado por una mayor disponibilidad de crédito, la entrada de nuevas marcas y una dinámica comercial más robusta, refleja un esfuerzo conjunto entre marcas, concesionarios y el sistema financiero. Sin embargo, como bien señala Daniel Hoyos, vicepresidente de Consumer del Banco Santander, el panorama no está exento de desafíos estructurales que limitan el potencial de esta industria en el país. Desde una perspectiva crítica, es momento de reflexionar sobre cómo capitalizar este impulso y superar las barreras que aún sitúan a Colombia en desventaja frente a otros mercados de América Latina.
Uno de los puntos más destacados del informe es el bajo índice de motorización en Colombia, con menos de 130 vehículos por cada mil habitantes, muy por debajo de países como Chile o Argentina, que superan los 300. Este dato no solo evidencia una brecha en el acceso a vehículos, sino que también pone de manifiesto problemas estructurales como la dependencia de terceros, la falta de articulación industrial y la limitada capacidad adquisitiva de los consumidores. Si bien el crecimiento del 27% es un logro, no podemos ignorar que partimos de una base baja, lo que significa que aún hay un largo camino por recorrer para equipararnos con mercados más desarrollados.
La transformación digital, la sostenibilidad y la innovación financiera, identificadas como oportunidades clave, son un horizonte claro para el sector. Sin embargo, estas oportunidades requieren un esfuerzo coordinado que vaya más allá de los actores actuales. Por ejemplo, la promoción de vehículos eléctricos e híbridos, que están ganando terreno con marcas como Kia, Toyota, Mazda, Hyundai y las emergentes marcas chinas, no será suficiente si no se acompaña de una infraestructura robusta de carga y políticas públicas que incentiven su adopción. La sostenibilidad no puede ser solo un discurso; debe traducirse en acciones concretas, como subsidios para vehículos eléctricos o regulaciones que faciliten la transición hacia tecnologías más limpias.
Además, la influencia del entorno económico, como la estabilidad del dólar y la reducción de tasas de interés por parte del sistema financiero, es un factor que no debe subestimarse. Estas condiciones han facilitado el acceso al crédito, pero también generan preguntas sobre su sostenibilidad a largo plazo. ¿Qué pasará si las condiciones económicas cambian? ¿Está el sector preparado para mantener este crecimiento en un escenario de mayor incertidumbre? La respuesta no es clara, y es aquí donde la articulación entre industria, gobierno y sistema financiero se vuelve crucial.
Otro aspecto a considerar es la diversificación del mercado. La irrupción de marcas chinas y el auge de los vehículos eléctricos e híbridos están transformando un panorama que antes estaba dominado por Chevrolet y Renault. Esta apertura a nuevas marcas y tecnologías es positiva, pero también plantea retos en términos de calidad, servicio posventa y percepción del consumidor. Las marcas emergentes deberán consolidar su reputación en un mercado que aún valora la tradición y la confiabilidad de nombres establecidos como Toyota o Mazda.
En conclusión, el crecimiento del 27% del sector automotor en Colombia es un paso en la dirección correcta, pero no debe generar complacencia. Superar las barreras estructurales, fortalecer la infraestructura para la movilidad sostenible y garantizar un acceso equitativo al crédito son tareas pendientes que requieren una visión estratégica y un compromiso conjunto. Solo así podremos transformar este crecimiento en una verdadera oportunidad para que Colombia no solo se equipare con sus vecinos, sino que se convierta en un referente de innovación y desarrollo en el sector automotor. La industria tiene el potencial, pero el camino hacia un mercado más competitivo y sostenible apenas comienza.
-Con información de Caracol Radio-
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